Me admiro, como tantos, ante los versos más célebres.
Envidio a quién sabe manipular grácilmente mis emociones
con cuatro o cinco lineas certeras, de esas que calan profundo.
Pero a veces sucede que me conmueven más otras cosas.
Tres palabras, un par de frases trilladas, sin rimas ni nada,
escritas por las manos anónimas de gente cualquiera.
Personas que vandalizan sin pudor el espacio público,
confesando su amor sin poesía y en letras chiquitas,
con más urgencia de escribirlo que necesidad de ser leído.
Un corazón flechado, con dos iniciales, debería ser también literatura.