El padre construía, para él y para su hijo,
dos pares de alas con plumas, hilos y cera.
Ícaro construía otras alas, pero con plumas de ensueño.
Dédalo era, sin duda, un tipo admirable; un inventor, un artista,
constructor de laberintos de pesadilla, señor de los escapistas.
Ícaro era apenas un poeta, apenas y a su manera.
Con sus efímeras alas hechas de nada,
regresó una noche a todo lo que amaba.
El día siguiente fue el gran día de la fuga.
– No tan bajo, no tan alto – le advirtió el hacedor.
Quien sabe que pasaba por la mente y el corazón de Ícaro.
Pese a todas las advertencias, fijó su rumbo directo al sol.
Muy querida amiga, habrás de saber que en todo esto hubo tremendos errores de cálculo. Los griegos no contaban con que, a mayor altitud, menor temperatura. Para llegar al punto en que las alas de Ícaro se derritieran, haría falta subir millones de kilómetros, escapar a al gravedad terrestre, pasar las órbitas de Venus y posiblemente de Mercurio. Toda extrapolación lleva implícito el germen del fracaso, sí, y también el de la sobre-confianza sobre experiencias previas a las cuales les falta contexto. Decir «no tan bajo, no tan alto» es siempre un camino seguro — Mantén las condiciones conocidas para evitar sorpresas. Pero, ¿en que consiste una sorpresa? no sabrás decirlo hasta salir de ella.
amigo, estimadisimo amigo, las cosas casi nunca ocurren como se las calcula. la vida esta llena de imprevistos. quien sabe? tl vez las plumas no se despegaron por el calor, sino por el viento. tal vez ni siquiera se despegaron…. simplemente icaro voló hacia arriba hasta que se le agotaron las fuerzas, tal vez en la altura murio de frio, de cansancio o de emocion. tal vez las leyendas no tengan tanta rigurosidad cientifica, despues de todo, la vida tampoco la tiene.