El truco, tal vez, sea la simultaneidad.
Ser al mismo tiempo lo uno y lo otro, en un mismo instante.
No un rato cada cosa, no cambiar según las circunstancias,
sino serlo todo a la vez, incluso las circunstancias.
Ser el árbol firme que resiste frente a todas las tormentas;
y ser la hoja que se deja llevar, dócilmente, por el viento.
Y ser también el viento, el devenir de las cosas, el tiempo que pasa.
Ser la tierra donde se hunden las raíces de todo y ser las raíces,
Las que nacen, las que crecen, las que mueren y desaparecen.
Y el agua que las nutre y las moja, el agua que es todo y a veces falta.
Y ser nomas yo, mi memoria y la conciencia de mi misma;
mi unicidad, mis límites, mis nervios trenzados y hechos nudos;
mis pedazos de humanidad de carne y hueso. Y solo eso.
Al mismo tiempo, todo. Incluso aquello de ser y no ser. En simultaneo.