Pasó fin de año. Empezó un año nuevo. En el momento, bastó con desear con que sea un buen año para todos. Así, en forma genérica.. La cosa no daba para más. Todo el esfuerzo se fue en tratar de que el deseo sea sincero, naciera de lo profundo y no se convirtiera en una fórmula de salutación tradicional. Luego ya vendrían unos días de calma como para pensarlo mejor. ¿Cómo fue este año que pasó? ¿Cómo será este que recién empieza?
Y de repente, llegó otra vez uno de esos momentos donde tradicionalmente se piden deseos. Esta vez, un poco mas personal, el día de mi cumpleaños. Cualquiera diría que tiempo para pensar y reflexionar tuve de sobra. Y en realidad, tuve suficiente; aunque nunca sea realmente suficiente.
Llegó el momento de pedir los tres deseos. Pero este año, tal vez por primera vez en 32 años, no hubo torta de cumpleaños, ni velitas, aunque hubo festejos. No pedí ningún deseo. Renuncié a ese privilegio hace más de una década. No es que no desee cosas, que no tenga anhelos. Es que no sé pedirlos. No sé como ni sé a quien. Podrán acusarme de que soy una mujer falta de fé, pero no lo soy. Al menos optimismo no me falta.
¿Y si pudiera pedir solo un deseo, con absoluta garantía de que se va a cumplir en tiempo y forma? No sabría que pedir. A cada deseo se le interponen muchas objeciones – técnicas, prácticas, teóricas, éticas – que no los hacen merecedores de tan única oportunidad.
Y después, está este tema de la decepción.
Y está la cuestión ineludible de la comodidad de desear aquello que difícilmente lograríamos por nuestra propia cuenta (si nos atreviéramos), y que por lo tanto deseamos que se cumpla por si mismo.
Y está esa dificultad enorme de pedirle ayuda a las personas que pueden ayudarnos a la hora de cumplir deseos propios y ajenos.
Y está el tema de éste profundo sentir que la vida me ha brindado tanto, que pedir algo mas, si de pedir se tratara, sería un abuso.
Y está esta cuestión de que algún día, tal vez, puede haber un deseo más seriamente deseado que cualquier otro deseo. Y si de desear se trata, prefiero tener mi cuenta habilitada para entonces.
Por eso no pido deseos cuando cumplo años. Ni cuando veo una estrella fugaz.
Qué lindooo Regiii!!! No sé si será el lazo familiar o si a muchos les sucede y nadie lo cuenta…pero me sentí bastante identificada con lo que expresas aquí.
Y me acordé además de algo que hace muy poquito aprendí en un viaje de estudio con alumnos. Tal vez lo sepas o no pero seguramente te alentara aun más a no pedir esos deseos. Las estrellas fugaces no existen, son tan sólo meteoritos que todo el tiempo viajan muy cerquita de la Tierra. Entonces «las estrellas fugaces» son tan sólo el deseo de poder pedir un deseo.
Yo creo que hay algo de familia, principalmente entre las mujeres. Nos hemos visto poco y nada en la vida, y sin embargo, con tu hermana Ali, la última vez que nos vimos, sentí como si nos hubiéramos visto, por lo menos, cada verano. Lo de las estrellas fugaces lo sabia de chiquita, porque hubo un momento en que me intereso mucho la astronomía… pero como además nunca tuve buena vista, cuando todos las veían, yo casi nunca alcanzaba a ver nada. La cosa cambió cunado me fui a trabajar al parque nacional El Palmar. Estábamos tan lejos de cualquier ciudad, y sin luz en el lugar, que ahí si que se veían cientos de millones de estrellas; y más que solitarias estrellas fugaces, alcance a ver/vivir un par de «lluvias de estrellas» que es cuando se ven muchas estrellas fugaces. Estas lluvias de estrellas son predecibles y hasta te pueden decir a que hora uqe parte del cielo mirar para verlas… e incluso asi no pierden su magia, aunque no concedan deseos.