Ni preguntar por qué, ni preguntarse por que no.
Hay situaciones en que las respuestas son tan ambiguas,
que nos convencemos que es mejor ir viviendo
sin preguntar tanto, tanto todo el tiempo.
Pero la propia naturaleza nos acosa
con signos de interrogación a cada paso.
Y la ilusión de una vida sin respuestas,
sin excusas, sin causas ni consecuencias
se diluye sin más, con la salida del sol.