Un año despues…

Desde que escribí aquí la ultima vez, ha pasado un año.
Casi un año, más o menos un año, según dice la bitácora.
Para mi ha pasado un siglo. Han pasado demasiadas cosas.
Y si no demasiadas, al menos muchas.
Tal vez sí demasiadas como para sentarme a escribir.

El camino de las ideas de siempre, ahora quedo muy lejos.
Tengo que encontrar uno nuevo. Tengo que inventarme uno nuevo.
Pero lleva tiempo. Sé como hacerlo, pero lleva tiempo.
Ya una vez lo reinventé,  encontré el como y el cuando.
Lo reinventé en una ruta distinta, porque era un tiempo distinto.

Y éste es un tiempo distinto también. Y un país distinto.
A ver que sale…

15 de diciembre 2009

Ya pasada la medianoche.
Escribo mientras espero
que sea la hora de ir a la estación.

Una vuelta mas. Un ir y un venir.
Y habrá terminado el año. Otro año mas.

Luego la vida continua.
Como si el universo este
nada supiera de calendarios.

Y sin embargo, esta vez
diciembre y enero marcarán
un antes y un después.

J’habite…

En la casa donde viven mis padres, en el departamento donde vivían mis abuelos, en el estudio que recién inauguramos y, de alguna manera, en el cafetería de la esquina.

En la habitación número cinco de las tres habitaciones de la intendencia de ninguna ciudad, en casi todas sus oficinas y también en el bar del lugar.

En la estación terminal, y en la otra, que es un poco más chica, y en aquella otra, que casi no existe. En todos esos lugares, y a veces también en otros. Y en los recorridos entre todos esos lugares. 

En las memorias de lo que fue. En los sueños de lo que podría ser. Y en casi todas las opciones intermedias.

Y también aquí. Y también en mí. Y también en vos.

El germen de la duda

En el altavoz, una voz impersonal anuncia que es la hora de partir. El lugar esta casi desierto. De alguna forma siento, esta vez por primera vez, que esa voz me habla exclusivamente a mí.

Llegó la hora. Debería ser algo mecánico, buscar mi boleto, tomar mi equipaje y embarcar.

Poro en el último instante, me doy el lujo de dudar. Algo, muy indeterminado dentro mio, me dice que no debería viajar. No es la voz de la lógica ni de la ética,  voces mercenarias que se acomodan a las intenciones del mejor postor. Es otra cosa. Es el germen de una duda que no termina de revelarse.

Y ya no hay tiempo para dudar. Hay compromisos tomados que prefiero cumplir. Y quiero creer que todo resultará bien, o mas o menos bien. Caso contrario, más vale ahora que después….

Otra vez en viaje…

Un viaje que se parece a los viajes de rutina, pero no lo es. Y promete no ser un viaje simple. Empezó complicado… y todo augura que será mucho más largo que lo debiera. Pero a veces es así. No se llega a cualquier lugar en cualquier momento cuando se viaja de esta manera. Paciencia. Hoy por hoy, tiempo es lo único que tengo.

No podía no ofrecer otra oportunidad, negar un gesto de confianza.

(Hay cosas que debería saber ya. Yo prefiero optar por el beneficio que otorga la duda. Otra vez)

Why and why not

Ni preguntar por qué, ni preguntarse por que no.
Hay situaciones en que las respuestas son tan ambiguas,
que nos convencemos que es mejor ir viviendo
sin preguntar tanto, tanto todo el tiempo.

Pero la propia naturaleza nos acosa
con signos de interrogación a cada paso.
Y la ilusión de una vida sin respuestas,
sin excusas, sin causas ni consecuencias
se diluye sin más, con la salida del sol.

Why or why not?

La pregunta era en principio ¿por qué?
Las respuestas eran, sin duda, demasiadas.
Eran muy difusas y para nada concluyentes.
Fue mucho mejor preguntarme ¿por qué no?
Entonces sí, todo fue mucho más simple.

Este viaje

En breve, otra vez rumbo a la estación. Esta vez quisiera viajar en la dirección opuesta, aunque para ir donde quisiera estar, el camino más corto sería el que voy a tomar. Y sin embargo, seguiré con el plan de ruta que dibuje en mi agenda; la semana es demasiado corta, el año ya se termina.

(Tan simple se muestra la vida cuando se lo propone, que es imposible creer que a veces nos compliquemos tanto, tanto…)

Temas trascendentales

– Crees? – me preguntaron.
– Creo que es posible que sí, pero creo, también, que debemos ir por la vida como si no – contesté.

Fue el inicio de una noche larga, muy larga.

Bienaventurados….

Bienaventurados los que saben perfectamente lo que quieren, porque a ellos solo les resta ir tomando un par de decisiones.

Y para ello cuentan con una efectiva herramienta, un indicador, un parámetro, una simple pregunta:

– Para la consecución del objetivo propuesto ¿es la decisión adoptada beneficiosa o no?

Lo demás, como dicen, es anécdota.

«La Feliz»

A esta ciudad le dicen «La Feliz». Esta ciudad a orillas del mar se parece a una sirena que enamora (y enloquece) con su canto mortal. Le dicen «La Feliz»; mucha gente parece caminar sonriendo a pesar del frío. En verano dicen que se nota mucho más. Igual, hay muchos que no sonríen. Debe ser una cuestión de marketing nomas…

Coming soon!

«To be OR/AND not to be.
To believe OR/AND not to believe.
The funny way of living this life without answers»

Esas cosas …

Mientras esperaba mi coche rumbo a Paraná escuché, después de mucho tiempo, una canción de los Redondos. El estribillo se me pegó. Desde hace ya unos días el Indio repite una y otra vez, muy dentro de mi:

 «¿Puede alguien decirme ¡Me voy a comer tu dolor!?
Y repetirme ¡voy a salvarte esta noche!»

Ojalá alguna otra estrofilla pegadiza se me cruce en el camino pronto. Y desplace esta tontera a algún rincón oscuro y olvidado de mi corazón….

¿Quién cree?

Dice Wikipedia:
«Una profecía es una afirmación clarividente sobre el futuro, en general. Sin embargo, hay una diferencia entre profecía y predicción: una predicción es una afirmación que se utiliza para reforzar una teoría de acuerdo a un proceso lógico, mientras que una profecía no está ligada a un razonamiento en la previsión del resultado predicho y su inspiración es de origen divino.»

Bueno, yo no creo en profecías, pero antes de tener un año no podía negarme a que me llevaran con una señora que argumentó un montón de profecías/predicciones a raíz de mi carta astral. Por unos no tan módicos pesos, obviamente. Mi madre no era muy entusiasta del asunto, pero por congraciarse con la nueva familia, aceptó.

Y ahí quedó todo registrado en un casete negro, hasta que un día, hace como 20 años, ese casete fue regrabado con música de la radio. Buscaba en que grabar y encontré un casete no identificado, donde una tipa hablaba cosas raras con un acento raro. Como no era nada que me pareciera que pudiera interesarle a mis padres, le puse una cintita y se transformó en algo así como un casete virgen.

La fiebre de grabar música de la radio me duró, creo, ese solo día. Pero ese día desaparecieron los famosos designios, dando lugar a temas musicales de moda de finales de los ochenta.

Claro, yo me enteré más de una década después, cuando ocasionalmente mi madre dijo que la señora aquella en algo le había acertado. Ahí requerí un poco más de información sobre el suceso. Pero apenas si me tiraron una linea o dos. No había sido un hecho tan trascendente como para quedarse en la memoria de mi progenitora. O por algún motivo, ella no quiso pasarme la versión completa.

La desacredito al decir que la tipa le había profetizado una sola hija y ella ya estaba embarazada de mi hermano… y al final fuimos cuatro hermanitos.

La cuestión es que de la única cosa que se acordaba bastante bien mamá, nunca se había dado en mi vida, ni por asomo. Y de repente, un día, las condiciones sí se dieron. Apenas como una posibilidad, o menos que eso.

Entonces yo, ya advertida que la cuestión traería (tal vez) grandes pesares ¿cómo actúo? ¿dejo que las cosas sean? ¿trato de evitarlas? ¿me confío, contra mi costumbre, en que las cosas se sucederán de cualquier modo? ¿las fuerzo solo para demostrar que la mujer aquella estaba equivocada?

Por suerte, ando enredada en otros varios temas, algunos muy importantes para mi hoy, de toda índole. Muy propios, muy míos y que tienen toda la prioridad en lo que se refiere a atención, dedicación y energías… y mucho más.

Concejo consultivo

Y sí, a veces dudo. Dudo de mi criterio. Claro, imposible evitar que sea subjetivo, aunque sea levemente subjetivo. Pero puede ser que la subjetividad no solo lo manche, sino que lo empape, lo sature.

Entonces busco a mi alrededor a la gente mas diversa. Y consulto. A la familia, a amigos cercanos, a meros conocidos y a desconocidos; jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de costumbres, historias, ideologías diferentes.

Obviamente, no son cuestiones técnicas; ahí consulto a los expertos. Más bien, cuando se trata de esas cosas de la vida, que por ahí exigen que una adopte una posición determinada.

Porque puede ser que una tenga miedo de ser demasiado….¿injusta? ¿severa? ¿escéptica?¿ingenua? ¿idealista?

Bueno, preguntar no es pecado. Sé que aunque consulte a diez o a cien, no tengo garantías de nada. No hay verdades absolutas en estas cosas. Pero todo ayuda.

Y esta vez yo creía que era una insensatez, por decirlo suavemente. Y los demás también.

Conversaciones frente al hogar

Decía una amiga mía, a quien aprecio mucho y con quien hubiese querido compartir muchas mas horas de lo que realmente compartí, que lo importante es querer, es la voluntad.
La última noche antes del regreso a su ciudad natal, nos quedamos hablando junto al fuego del hogar, tomando un te de cedrón o algo así.
Ella nos contaba de su épocas de colegiala y universitaria allá en su país.

Decía que para lograr algo, se necesitaban tres o cuatro cosas. Voluntad, dinero y tiempo. Que el dinero de alguna forma se conseguía, aunque fuera vendiendo sándwiches de pan duro y mayonesa en las madrugadas de algún festival. Que siempre se tiene algo no imprescindible que otro quiere comprar y se puede hasta malvender, que siempre se puede renunciar a algún gusto para lo que se estaba ahorrando, que lo importante era realmente querer.

Decía también que el tiempo no es más que de uno, aunque lo haya hipotecado, aunque lo haya comprometido. Que disponer de nuestro propio tiempo era una cuestión de estar dispuestos a levantar esa hipoteca; que en realidad, lo importante,era querer. Que lo importante era saber lo que se anhela, y saber que tanto se deseaba algo. Que después de eso, todo era cuestión de ser ordenados y metódicos. De tener las ideas claras.

Lastima que esa charla, llena de ejemplos, llena de risas, fue la última noche. Fue esclarecedora. Ojalá tengamos oportunidad de otras muchas charlas como esas.

Y aprovecho este medio para dejarle mis cariños a esa persona. Los tiempos y la vida que compartimos fueron muy particulares. Como sea, queda y quedará en mi recuerdo, eso sin duda. Y ademas queda entre mis contactos. Bienaventurado este medio que acorta las distancias entre quienes se quieren.

Amiga: buena suerte y hasta pronto.

Otra estación…

Otra estación. Una casilla en medio de la nada, una de esas donde una se detiene para hacer una combinación en mitad del recorrido.

Y de repente, después de muchas horas, un rumor de origen desconocido que nos dice que no habrá ni autobuses, ni trenes, ni aviones ni barcos ni nada. Si queremos seguir, es hora de empezar nuestro recorrido a pie, no importa cuanto equipaje tengamos que acarrear. Por las dudas, esperamos un rato más, hasta que nos aprendemos el paisaje de memoria. Resistimos la tentación de salir a recorrer los alrededores, por temor a que nuestro esperado móvil a destino, justo se le ocurra pasar y se nos pase de largo. Resistimos la tentación de cerrar los parpados un segundo por temor a perder la oportunidad de retomar el viaje.  Más o menos como al personaje de aquel cuento, el que esperaba un tren sin horarios ni fechas preestablecidos. Y ahí nos quedamos, sentados, esperando.

No hay un ánima en esta estación, ni vidrieras; no queda una sola linea por leer, ni de libro, ni de las especificaciones técnicas del dentífrico guardado al fondo del bolso. No queda un pedazo de papel en blanco por escribir, ni queda tinta en la birome como para firmar nuestro nombre en cualquier lugar. Se terminan las provisiones, el agua y los cigarrillos. Se acaban las baterías de todo lo que pueda comunicarnos con el resto del mundo, o distraernos con tristes paliativos. Las nubes pierden su encanto de parecerse a cosas que añoramos antes de que, ademas, no quede ni una nube en el cielo. Y las estrellas son demasiadas como para buscar en ellas constelaciones nuevas. No quedan temas para meditar, ni quedan ganas de rebuscar en las profundidades de la introspección mas consciente.

Pasa la indignación primera y pasa la resignación absoluta. Y llega el aburrimiento y hasta el aburrimiento se pasa. Y ahí quedamos, esperando.

Día de tormenta

Debería poner un estabilizador. La energía no se corta, dicen , no es para tanto. Pero sufre sus bajones. Y por ahí cae un rayo y se multiplica por mil, aunque sea por un instante. Debería poner un estabilizador, ser mas precavida, no vaya a ser que se queme la fuente y me quede sin nada. Sí, ya sé, hay veces que ni con eso basta. No sé mucho de esto. Por lo pronto la cosa funciona así como esta. Por suerte en esta época las tormentas son intensas pero duran poco. Pueden ser frecuentes, pero es cuestión de estar atenta. Debería poner un estabilizador, pero no existe en el mercado uno que me sirva, aunque parezca extraño. Por lo pronto, lo único que me queda es desenchufar todo por un rato cuando el cielo se pone oscuro y empieza con sus truenos de advertencia. Y esperar. (Lastima que a veces me cueste tanto).

Desde los colmillos hasta las lagrimas, así se siente la ausencia.
Y la presencia, todo el tiempo.

Tiempos

El 12 de enero del 2008 cumplí 31 años. Me gustan los números impares, aunque mi cumple impar siempre sea en un año par por haber nacido en 1977. Es cuestión de gustos, no más. Y dando un vistazo atrás, cualquiera diría que me gustan las asimetrías. Que el desequilibrio me mantiene despierta, aunque sea simplemente para no caer. Que la estabilidad es una meta que busco con poco ímpetu. (Y puede ser que sea, al menos por el momento)

La espera

Toda la estación estaba convertida en una enorme sala de espera, afuera llovían torrentes.
Las primeras horas no hice nada, como el resto, más que esperar. Después de eso, de aburridos, ya nadie se molestaba por sentirse observado. No había mucho mas que hacer.
No podía moverme de la mesita que había «ganado» en el único bar de la estación, porque la perdería el instante. Y la noche prometía ser larga.
Cerca, otra mujer sola, que se había apropiado de otra mesa del bar,  escribía hacia rato en un cuaderno. Consultaba su agenda y seguía escribiendo… y sacaba de su bolso otras agendas, llenas de papeles y cosas, y escribía en su cuaderno, y escribía en sus agendas, leía papeles que parecían arrancados de otros cuadernos.
Y de a ratos parecía que lloraba silenciosa, de a ratos que se sonreía. ¿Que escribía? ¿que leía?
En principio pensé que era simplemente una mujer organizada que no estaba dispuesta a perder el tiempo muerto esperando.
Después de muchas horas (más de seis) la terminal se despejaba. Ni mi colectivo ni el suyo habían aparecido en el andén.
Cuando llegué a casa, una eternidad después, le comente a mi mamá sobre aquella mujer, y me dijo que tal escribía un cuento o una novela. Me gusto su interpretación, yo pensé que estaba organizando sus cosas para encarar un pronto final, y como dicen, poder descansar en paz…

Un cartel que decía:

ένας λύκος δεν είναι ένα γατάκι, είναι ένας λύκος

FFCC

El tren  que esperaba estaba por llegar (lo escuchaba venir, lo veia venir, lo sentia venir).
No sé si detendrá, supongo que no. Sé que si me cruzo en su camino puedo obligarlo a frenar, puedo intentarlo; pero puede, también, que sea una tragedia, para todos.
Hace tiempo que lo espero, creo que hace tiempo que lo espero. Y sin embargo lo dejo pasar. De todas formas, no se detuvo.
 Me lamento, pero no mucho. Yo esperaba el tren, pero a mí no me esperaba ningún destino. No se aún a donde voy.

Bs As – 8 del 9

En la estación de subte, el monitor anuncia que hay un retraso de ocho minutos. Un par de voces detrás de mí se quejan con la expresividad típica de los nacidos aquí. Una espera de ocho minutos, tal vez de diez, en lugar de los tres minutos habituales. Las estaciones de subte no están hechas para esperar. No se puede fumar y apenas hay dos o tres bancos donde sentarse. No importa en realidad; la gente de por aquí tampoco está hecha para esperar. Ya quisiera verlos yo esperando tres horas una combinación de autobuses allí donde yo espero. Ya quisiera verlos esperar diez meses.

Cosas que pasan

Esta vez, en la gran ciudad. La terminal es demasiado caótica comparada con las pequeñas terminales de provincia a las que estoy acostumbrada. Entonces, mejor, en otro momento. Aunque tuve varias horas para pensar mientras viajaba. Ya no mientras esperaba, porque aquí el tiempo no puede usarse para esperar nada. Es pura inmediatez. Tal vez por eso me pongo a escribir, porque estoy esperando que des una señal de vida. Perdón, al revés. Esperando que aparezcas para darte una señal, de que estoy viva. Y añorando una estación terminal – otra – donde imagino encontrarte un día.

Otro día

Hoy no es lunes ni martes, pero estoy de nuevo en una estación, esta vez esperando el autobús de Ubajay hacia San José. Y ahí, otro rato en otra terminal, para entonces,  sí, salir hacia Paraná. Es viernes a la tarde, ha sido una semana larga y no da para filosofar demasiado. En realidad sí, pero no dan ganas de escribirlo. Ojalá ya estuviera allá. Ojalá me pudiese quedar en El Palmar. Esto de no estar en ningún lugar y en todos lados, de pertenecer y no pertenecer, de ser parte y no ser parte… puede que sea interesante un rato, pero se vuelve un mal hábito después de un tiempo. El no echar raíces te da cierta libertad de movimiento, pero estás siempre al borde del tropiezo fatal.

Entre los lunes y los martes

Algunas noches, entre los lunes y los martes,  me quedo dos horas en ningún lugar, sin camas pero con computadoras y café. Podrían ser dos horas laboralmente productivas, pero entre las tres y las cinco hay un «no sé qué» en el ambiente, que transforma esta terminal en un reducto imposible de ideas e imágenes absurdas, que difícilmente  tengan su oportunidad en otro momento de la semana. Sea esta, entonces, la primera de esas noches (aunque ya sea en realidad la quinta o la sexta). Vayan estas lineas sin destinatario real ni imaginario, a quien se tome la molestia de leer.
Diría alguien que yo conozco: alea jacta est  (o jacta alea est, o algo así)