De esperas y desesperaciones

Llegué a la terminal bastante antes de la hora prevista para partir. Sabía que tendria una larga espera. A veces no hay tantas opciones a la hora de viajar. Para llegar hasta allí había hecho otro viaje, y no había otra combinación mejor que ésta. Paciencia, tendría que esperar pero estaba dentro de lo estipulado en mi periplo.
Poco a poco fue llegando mas gente. En algunos rostros se leía algo de ansiedad. En otros, de tedio. En otros, nada.
Cuando la hora ya era casi la hora señalada, nos fuimos aproximando al andén y de alguna forma nos reconocimos como compañeros de viaje, aunque nadie cruzara ni una palabra con los demás. Cada cual con su equipaje y su pasaje en mano. Llegó el momento, pero no llegó el autobús. En silencio, seguíamos ahí como si nada sucediera fuera de lo habitual. Sin embargo nadie se atrevía a alejarse demasiado, por las dudas.
El tiempo siguió pasando. Medio por lo bajo, una joven le preguntó tímidamente a un hombre si él también esperaba ese coche, como temiendo haberlo ya perdido. Otro preguntó si el andén era el correcto. El tiempo pasaba, la gente consultaba sus relojes casi en forma compulsiva. Ya no quedaban más pasajeros que nosotros en la estación. Solo éste puñado de gente que esperaba. Hubo quien sugirió alguna teoría que explicase el retraso, y hubo quienes se sumaron al comité de evaluación situacional aportando nuevas opiniones. Un par de personas fueron a consultar sobre lo que pasaba hasta la ventanilla de informes, y regresaron sin nada, pues del otro lado del cristal no había ya nadie para informar. En algunos rostros, la mansa paciencia fue trocando en algo distinto: resignación, enojo, miedo.
La espera se hacia larga y cada minuto parecía ser la mitad de soportable que el anterior.  Tres o cuatro decidieron buscar otra forma de llegar a sus destinos, averiguaron todas las combinaciones posibles, sacaron cuentas, sopesaron costos, esfuerzos y tiempos. Unos se fueron, otros decidieron seguir esperando. Alguien más decidió suspender su viaje y dejarlo para otro día, lo anunció en voz alta y fue, por un instante, blanco de una envidia no tan sana. Hubo quien se puso a trabajar mientras esperaba, y quien simplemente se puso a leer. Hubo quien decidió dormir un poco, no sin antes pedirle a alguien más que le avise si llegaba el ansiado autobús. Otros improvisaron un pic-nic; otros, mas allá, se conocieron y parecían bien dispuestos a seguirse conociendo. Yo me puse a tomar apuntes sobre lo que veía. De alguna forma hay que distraerse. Es verdad eso que dicen: el que espera, si simplemente espera, desespera.
P.D.: Después de una insufrible media hora de demora, llegó el autobús, y partimos de inmediato.

Un pensamiento en “De esperas y desesperaciones

  1. alicia dice:

    QUE BUENA SOS ESCRIBIENDO REGINA !! SENTI QUE YO TAMBIEN ESTUVE EN EL ANDEN.

¿algo que decir? aquí es donde.

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s