Todos los caminos

Dicen que todos los caminos conducen a Roma.
Yo recorro caminos, kilómetro a kilómetro.
Ida y vuelta. Más lejos o más cerca. Siempre.
Y no voy a Roma, no me interesa Roma.
Y sin embargo siento (presiento) que me acerco,
mas allá de los circunstanciales destinos,
a lo que bien podría llamarse, mi propia Roma,
que busco y evito, sin saber a ciencia cierta
como es y si habré de reconocerla.
Sin saber, siquiera, si esa Roma existe.