Hace un tiempo, hablando de deseos presentes y futuros, alguien muy querido me comentaba de sus ansias de plenitud. Yo no sabía bien de que me hablaban. Sabia que significaba la palabra, pero no estaba en mi vocabulario cotidiano, no manejaba el concepto. Y definitivamente, no la ansiaba.
Llegadas fechas como éstas, podía desearle a mis amigos y familiares varias cosas: felicidad, tranquilidad, claridad. Pero no plenitud. La omisión no era un gesto de mala fe. Simplemente no se me ocurría.
Pero una chispa se encendió ese día, con esa conversación.
La plenitud parece ser una sensación, un estado, un objetivo digno de tener en cuenta. Y algo bueno, muy bueno, de reconocer en la vida de la gente que más quiero.
Y así es, justamente, como me gusta imaginar este año que comienza:
¡Que el dos mil diez sea un año pleno, lleno de energía y satisfacciones!
¡Que el dos mil diez sea un buen año, en todo sentido!
REG
Primiiii. Siempre utilizo esa palabra! Y les expreso a los seres que quiero mis deseos de que se sientan plenos enla vida. No sé si si existe una palabra que describa mejor lo que en verdad deseo para ellos y claro que también para mí. Hermoso lo que escribiste!
Eso de la plenitud es algo que va más allá de la mera felicidad. La felicidad le es indispensable, pero no suficiente. Es parte y también, finalmente, consecuencia.