Desde que recuerdo, de muy pequeña, siempre fue así:
de sur a norte y no viceversa.
Tampoco de oeste a este ni al contrario.
Siempre de sur a norte.
Cuando volvía a casa caminando desde el centro.
Generalmente por Corrientes o San Juan.
De vez en cuando por Salta o San Martín.
Pero siempre en ese sentido y en esa dirección.
Las ideas fluían torrentosas, profundas, incontrolables.
Y yo me salía de mí, volaba, veía mas allá de lo evidente.
Y era un extraño placer la ebullición, incluso si había pena.
Pero al llegar al final de la calle, a la última esquina,
inevitablemente tenía que cambiar mi rumbo y doblar
(a la derecha si venía por Corrientes,
a la izquierda si venía por San Juan)
y las ideas se diluían, se apagaban en un instante.
Y las perdía hasta el día siguiente,
en que me tocara volver a caminar
el camino de las ideas importantes.
Ayer me volvió a pasar,
reencontré una idea de hace veinte años atrás.
Vi que se acercaba la esquina fatal,
y centré toda mi voluntad en retener la esencia
por cincuenta metros más. Y funcionó.
Qué lindo poema. Es maravillosa la idea de que tus pensamientos permanecen en tu cabeza si vas de sur a norte, y si doblás se van. A mí me pasa eso cuando estoy acostada, si estoy de un costado pienso en algo, y cuando me doy vuelta se me va el pensamiento.
Un beso.
«EL CAMINO DE LAS IDEAS IMPORTANTES», QUE,QUE BUENO REGINA. ME GUSTO MUCHISIMOOO!!. SIEMPRE ES UN SELLO TU ESTILO,TAN ELOCUENTE,QUE TRANSMITE TANTO Y HACE VIAJAR CON TU RELATO!. ME ENCANTO EL FINAL…BUENISIMO,