Lo que mata no es la humedad.
La humedad cansa, agota, deprime tal vez, pero no mata.
La humedad hace crecer el musgo. Y el moho.
La humedad enferma, quizás, un poco. Pero no mata.
Casi nunca mata.
La humedad recrudece viejos dolores de huesos y cicatrices.
La humedad humedece.
La humedad, si persiste, moja. O empapa.
Pero lo que mata, lo que de verdad mata, es la ansiedad.