Lineas simples.
Frases cortas y sencillas.
Sin enredos innecesarios.
Solo con los enredos imprescindibles.
Así escribo, en general.
Porque así pienso en general.
Con lineas simples.
Con frases cortas y sencillas.
Sin enredos innecesarios.
Frases que se ordenan y reordenan.
Frases que se desdoblan, se repiten.
Frases que se multiplican.
Que se amontonan en mi mente.
Frases con espíritu de tumulto.
Frases que exigen salir por escrito.
O desbordar de la peor manera.
Frases que amenazan porque pueden.
Pero que se conforman con poco.
Frases cortas y sencillas, sí, como lo que asoma de la madeja al verla desde un colador. Pero se puede jalar una de esas frasecitas. Una cualquiera, la más breve, la más inocua. Y mientras sigamos jalando del hilo, seguirá prestándose a vericuetos, a elaboraciones, a posteriores reinterpretaciones, giros, retruécanos. Y ni bien nos damos cuenta, el hilo que inocentemente comenzamos a jalar, se va enrollando de nuestro lado en otra bola de estambre completa. Y ese hilo se aprieta nuevamente ante la malla del límite interpersonal, y comienzas a jalarlo tímidamente para continuar con esas conversaciones, a veces tan absurdas como simples, pero tan complejas como absurdas, y tan relevantes como complejas. Y así se va creando una conversación en diferentes meta-niveles.
La simplicidad es sólo la primer máscara de muchas que revelan a una persona bastante compleja. Una atractiva pero peligrosa primer máscara.
Pero bueno, no sea de ninguna manera visto como queja. Mientras observo otra y otra madeja tejiéndose a partir de argumentos simples y chiquitos, espero que haya mucho, mucho hilo que jalar y enredar, que seguir cargando de significado, que seguir tejiendo en conjunto. Suficiente hilo para toda una vida de tejedurías.