El mal jardinero (o el jardinero del mal)

Don Aurelio es el encargado del parque junto a nuestra casa. No se llama Aurelio, claro. Podría llamarse también Don Benancio, Don Cipriano o Don Adelfo. Pero Aurelio es un nombre que le va tan bien como cualquier otro. Digamos que le decimos Aurelio por no revelar su nombre verdadero. Pero la verdad es que hubo un día en que supe su nombre, y ese mismo día lo olvidé.

Malhumorado, mas bien bajo y, a simple vista, mal tratado por todas las circunstancias. Como si recién se hubiera bajado de una mala mula, así va por la vida. Quejándose con quien pueda, de lo que sea, siempre que se presente la ocasión. Acusando a los unos y a los otros, por todo lo malo, por todo lo falsamente bueno y por las dudas también. Conspirando entre las hilos del micro universo que es el parque, que ni siquiera es un parque tan grande.

Mal encarado, y mal querido por el barrio, pero con justa razón. Vende su simpatía y su favor a cambio de unas monedas extras, que bien pronto se convierten en cuota quincenal. ¡Y como se resiente si las monedas no llegan!. Abusa de su ínfimo poder a través de tontas venganzas: montones de hojas o toneladas basura se acumulan frente a la casa de su enemigo predilecto de cada semana.

Pero dejando de lado su mal humor, es mal jardinero, se mire por donde se mire. Tan malo que le queda grande el titulo de jardinero. Y también le queda grande el titulo de cuidador. Inclusive el titulo de barrendero. Mal tipo diría yo, aunque no sé como sea el hombre cuando vuelve a su casa.

Pero mal jardinero sin dudas. Y mal tipo, me figuro.

Con su sobrero de paja roída calado hasta las hojas y su uniforme desteñido que lo camufla con el entorno, aparece y desaparece entre los árboles como por arte de magia. Nadie sabe cuando viene o cuando no. Es como un espectro en eterna enemistad con los vecinos, con los pasantes, con los deportistas e incluso hasta con las parejas de enamorados que mal que mal, disfrutan el rato sobre el pasto seco o la tierra pelada.

Cuando hace unos pocos años llegué a estas tierras, intenté hacer las cosas bien. Me presenté con el Don, me ofrecí para ayudarle en algunas cosas, su discurso me dio lástima. Casi que caí en su trampa. Hoy estoy en su lista negra, no lo dudo. Encontramos su marca siniestra en nuestra puerta.

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