Con el alma compungida y el semblante triste de los que están siempre tristes, fue a sentarse en el peñasco desde el que se veía la mitad del mundo. Y mirando el horizonte como quién busca respuestas, se repitió las mismas preguntas que ya se había preguntado mil veces:
¿Por qué alimentar a la Bestia con los mejores frutos de mi huerta?
Si no los pide, no los necesita, ni los aprecia. Ni se digna a probarlos.
Todo lo que le ofrezco, frutos y frutas, se pudre en bandeja de plata.
¿Por qué alimentar a la Bestia con los mejores frutos de mi huerta?
¿Por qué? ¡si con mucho menos le basta!¡incluso con nada!
¿Por qué he de ofrecerle mis mejores lineas y mis más sentidos versos?
¿Por qué? ¡si con mucho menos le basta!¡incluso con nada!
Y en el horizonte que miraba, o tal vez más allá, encontró la respuesta. No le gustó, pero bien sabía que las respuestas no siempre han de gustar. Y de su próxima cosecha, separó lo más hermoso para los que amaba, y también algo, un poco nomas, para la Bestia. Por las dudas. Quién sabe. Tal vez, un día, cambiase de parecer. Esas cosas pasan. A veces pasan. Al menos, eso dicen.
me encanto!