En estos días hace calor todo el día, todos los días.
Yo miro por la ventana y veo el río, las islas, el parque.
Veo el puerto, un poquito de ciudad, algo de campo.
Miro por la ventana y veo tanto, tanto cielo azul celeste.
Veo tanto horizonte, siempre presente, allá a lo lejos.
Va terminando la tarde, el sol ya no quema, pero el aire sí.
Escucho a los chicos que juegan en el parque como si nada.
A los vecinos que toman mate, tranquilos, en la vereda.
A la gente que va emergiendo a las calle, ahora que se puede.
Y a los mios, que se vienen despertando de la siesta.
El ronronear de mil motores de aire acondicionado va bajando.
Es verano, pleno verano y esta vez, dicen, sí hace calor.
Yo miro por la ventana y respiro hondo, respiro profundo.
Los pulmones se me llenan de aire denso y caliente.
De aire que huele como olían siempre las tardes de verano.
La gente suspira suspiros espesos, lentos, suspiros mudos.
Hace mucho calor, y mi cuerpo transpira como todos.
En mi espalda las gotas de sudor se condensan y resbalan.
Y me gusta pensar que me estoy empapando de entrerrianía.
Como se empaparía también bajo la lluvia o en el río.
En estos días hace calor todo el día, todos los días y no me importa.
Respiro hondo, me empapo y me inundo de esta esencia mía.
Como ayuda memoria, como reaseguro, como amuleto de buena suerte.
Debe durarme un año al menos, por lo menos, por las dudas.
Debe durarme mientras este lejos, hasta que vuelva, hasta ese día.