Imaginación ® (marca registrada)

Princesas, doctoras, mamás o astronautas. Las niñas (y los niños, obviamente) pueden jugar a lo que sea con solo desearlo. También pueden ser monstruos o conejos, karatecas o koalas, robots o bomberos. Todo ¡todo! por el mismo precio: cero pesos. Cero absoluto. Imaginar no cuesta ni un centavo. Nunca. Jamás.

La imaginación no solo es gratis, sino que también es infinita. Nadie te dice de qué color ha de ser el vestido de la princesa o la cantidad de cabezas que debe tener el dragón. Se pueden explotar planetas con un gesto, volar sin alas, respirar bajo el agua, viajar en el tiempo. Morir y resucitar mil veces. La imaginación puede ajustar el universo a la medida del que imagina tantas veces como lo desee. Así de poderosa puede ser.

La imaginación es lo único realmente suyo que tiene un niño y lo más privado. Y tal vez, también los grandes. Pero como todas las cosas que se tienen, se puede tener mucho o poco. Es decir, esa imaginación puede ser más rica y diversa, o más pobre y mediocre. Eso tampoco depende del dinero.

O sí. Tal vez sí.

Los niños que a la hora de jugar cuentan solo con su imaginación esponsorizada, de princesas marca registrada, automóviles marca registrada, extraterrestres marca registrada, tienen mucho menos que imaginar. Salvo en casos muy excepcionales, esos niños ya no pueden decidir ni el nombre, ni el color, ni la forma de sus fantasías.

Si antes de hablar ya incorporan el «como debe ser» incluso sobre lo que no existe, lo que no es más que quimeras, están perdiendo la libertad en el único ámbito en que son (o deberían ser) absolutamente libres: su imaginación.

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