En algo se parecen cada una de las estaciones de autobús. Las grandes y las pequeñas. Las modernas y las antiguas. Las muy concurridas y las casi desiertas. Las conocidas y las desconocidas.
Y en algo se diferencian también, incluso de sí mismas, en cada ocasión. Y no, no me refiero a los parecidos y las diferencias obvias, físicas, externas, funcionales. Es otra cosa, algo que se gesta en la mirada de cada persona. Algo que tiene que ver con el antes y el después de ese momento; el momento siempre presentísimo de las esperas en la estación…