El germen de la duda

En el altavoz, una voz impersonal anuncia que es la hora de partir. El lugar esta casi desierto. De alguna forma siento, esta vez por primera vez, que esa voz me habla exclusivamente a mí.

Llegó la hora. Debería ser algo mecánico, buscar mi boleto, tomar mi equipaje y embarcar.

Poro en el último instante, me doy el lujo de dudar. Algo, muy indeterminado dentro mio, me dice que no debería viajar. No es la voz de la lógica ni de la ética,  voces mercenarias que se acomodan a las intenciones del mejor postor. Es otra cosa. Es el germen de una duda que no termina de revelarse.

Y ya no hay tiempo para dudar. Hay compromisos tomados que prefiero cumplir. Y quiero creer que todo resultará bien, o mas o menos bien. Caso contrario, más vale ahora que después….

De viajes, montañas, sabios y preferencias

Otra vez el mismo viaje imaginario.

Un camino que sube a una montaña, en cuya cima hay una cueva donde hay un viejo sabio al que le preguntaremos algo. Algo cuya respuesta posiblemente ya sabemos. O del cual recibiremos algo, un regalo cuyo significado habrá que interpretar en el camino de regreso.Una vez, dos, cinco. Trescientas veces el mismo periplo.

Yo preferiría que el sabio fuese el vecino de la puerta junto a mi puerta. O la tía de una amiga. O el hijo del lechero. Yo preferiría que el sabio fuese esa mujer con quien me cruzo cada mañana cuando salgo a la calle. O un amigo de la infancia. Un sabio de la llanura, un sabio menos imaginario, de los que confrontan cada pregunta y cada respuesta a la constante refutación de la vida cotidiana.

Y preferiría también que este eventual viaje imaginado de tan profundo aprendizaje fuese cosa de todos los días. Supongo que es cuestión de estar mas atentos. Un poco mas atentos.

Trazos

Otra vez julio, y después, otra vez agosto. Siempre así. La vida parece una colección de ciclos sobre ciclos sobre ciclos. Y no lo es.

Cuando viajo, voy siempre al mismo lugar y siempre vuelvo al mismo lugar. Pero los lugares no son los mismos, no son exactamente los mismos.

Hay quien diría que yo no soy la misma tampoco; que para atrás en la vida no se vuelve, que la cosa es más bien lineal.

Pero no una línea recta, aunque a veces lo parezca. Siempre hay oscilaciones, mínimas o no tan mínimas.

Oscilaciones y giros en espiral; firuletes impredecibles, trazos seguros y firmes, o temblorosos y tímidos, dibujados con tinta indeleble en el multidimensional lienzo existencial.

Líneas que se cruzan, vidas que se cruzan, se acercan, se acompañan, se alejan o no se encuentran jamás. Líneas que nos transforman en artistas involuntarios de esta obra, tan colectiva, tan infinita, tan de nunca acabar….

Conversaciones frente al andén

Le pregunté si hacia mucho que esperaba.
Me dijo simplemente: hace un tiempo.
Yo suponía que esperaba un tren,
pero ya habían pasado casi todos los trenes,
una y otra vez, una y otra vez.
Y el seguía ahí, siempre ahí.

Le pregunté cuanto más iba a esperar.
Y se encogió de hombros: no sé.
Tras unos segundos de silencio agregó:
lo que tardemos en completar esta vuelta al sol.

¿Por qué no? –  una porción bien determinada de infinito,
como cualquier otra, ni un minuto menos, ni un minuto más.

Un perro gris de un ojo blanco

Este lobo citadino,  aquí en la ciudad, es en realidad un perro callejero.
Hace unos días que lo observo, acurrucado bajo la vidriera de un local abandonado.
Está herido en el anca, en el pecho, en el cuello.
Alguien le ha acercado unos cartones y unas mantas viejas.
Las noches son noches muy frías en estos tiempos.
También le han dejado algo de comida, algunos restos, un poco de agua.
Yo me le acerqué esta mañana.
Me senté ahí junto, le enseñé las palmas de mis manos desnudas, dejé que me olfateara.
Sé que puedo acercarme a él, pero no tocarlo.
La calle tiene sus códigos, y no hay ley que se cumpla más que esa ley.
En realidad, nada le ofrecí más que compañía.
O nada busque en él, más que compañía.
Su mirada dice bastante. Un perro gris con un ojo blanco.
Es un gen reconocible en los perros vagabundos de mi barrio desde hace años.
No lame sus heridas para limpiarlas o curarlas.
Se empecina en mantenerlas abiertas, y se empecina también en no morir.
Yo creo que no morirá, no en breve al menos.

El viaje de los libros

Estos libros y yo hemos compartido el mismo techo por un tiempo.

Algunos leí, algunos hojeé apenas.

Pero a la mayoría casi nunca los toqué.

Libros viejos de hojas amarronadas,

frágiles como alas de mariposas nocturnas.

Sus tapas forradas hasta tres veces con papeles de lo más variado.

Su primera hoja siempre con rubricas y dedicatorias.

Señal que los cuidaban, señal que los querían, los atesoraban.

Y ahora yo, con su destino en mis manos, y el tiempo pisándome los pies.

Me hubiese gustado leerlos a todos, a casi todos.

Pero aunque me los quede un tiempo más, sé que no lo haré.

Los libros viejos tienen ese no sé qué de haber sido leídos por otros ojos,

de llevarnos a otro mundo imaginado que también fue visitado

por seres queridos que a veces hoy visitamos solo en sueños.

Libros viejos que no sé si alguien volverá a leer,

si su destino será terminar de desintegrase en algún húmedo depósito,

o si alguien, más desalmado aún, los volverá fuego y ceniza.

Me llenan de pena y de angustia estos libros,

que dejaron hoy la biblioteca por cajas de embalaje.

Todavía tengo unos días más para definir su destino inmediato.

Uno, al menos uno, quedará conmigo

hasta que alguien más tenga que hacer lo que yo.

0tro temblor

El temblor, esta vez, poco tiene que ver con el frío de este otoño sin sol. Tampoco deviene de los tiempos inciertos que depara la madre de todas las crisis. No es producto de angustias, no es síntoma de algarabía ni es bronca contenida. Esta trémula sensación ante lo desconocido, no es del todo desconocida.

Un temblor profundo y tenue que atraviesa cuerpos, almas, mares, cielos y tierras, y se parece al sordo rugido continental de la razón ante certezas contrapuestas. Un temblor que es como la amplificación de los latidos de otra vida. Ahogados estertores de un pasado que prefiere ser presente y ser futuro.

Una latencia siempre al borde de no serlo, a la espera del gesto proscripto que con su peso rompa el equilirio impuesto a fuerza de palabras y de silencios.

(Un temblor que reclama, pero también propone un poco de calma y un poco de locura)

Grises de todos los matices

Lobos, lobeznos, y también lobos viejos.
Grises todos, muy grises, de todos los matices.
Grises como los recuerdos, las novedades,
y los futuros que barajamos hasta no hace tanto.

Políticamente correctos en este nuevo milenio.
Sanas y salvas sus conciencias insatisfechas.
Controvertidos, contradictorios y funcionales;
sabios, soberbios, orgullosos hijos del desencanto.

Su historia es una filigrana de cicatrices,
meticulosamente escrita en la piel y en el alma.
Sin espíritu alguno de jauría ni de manada,
no es el amor el que los reúne, sino el espanto.

Su estepa abarca todas las geografías,
su estepa es un pañuelo de papel arrugado.
Fundan sus cubiles y demarcan sus cotos de caza,
en los pliegues invisibles de la vida cotidiana.

Difícil será el destino de quien se enamore
del filo de sus colmillos o el brillo de su mirada,
del encantamiento de su ingenio o su voz callada,
del sabor de su sangre o la miel de sus lágrimas.

(No, no es fácil, pero tampoco es opcional.
Y de todas maneras ¡vale mucho la pena!)

 

 

 

Mitologicas 1: el viaje de la medusa

La medusa lleva luto blanco en la cabeza.
Mil cicatrices orgullosas de otras tantas tristezas gozadas.
Con amor y un hierro candente, cegó las serpientes de su mente,
con la esperanza ser, finalmente, mas inofensiva y mas sabia.
También, por precaución tal vez innecesaria,
vendó sus propios ojos con la suave tela que hila la confianza.
Viuda de una muerte de la que de vez en cuando si se vuelve,
va sonriendo sobre caminos siempre inciertos.
Sin días y sin  noches, el pasado, el presente y el futuro
son tan solo un largo presente continuo, sin nostalgias ni ansiedades.
Va bien dispuesta a vivir viviendo la vida
y a dejarse sorprender, si la ocasión lo amerita.

Good show! (alquimias imposibles)

Transmutar la hiel en miel,
en un abrir y cerrar de ojos,
es un proceso de alta alquimia;
tan difícil (o más difícil)
que convertir en oro
tristes ídolos de barro.

Pero crear una ilusión convincente,
es realmente mucho más sencillo:
tres palabras elegantes y un abracadabra,
un par de lecciones de química barata,
y una sonrisa a prueba de todo.

¡Listo para consumir!
El milagro instantáneo
que reclama la manada,
tan sedienta que está de fe,
e indulgencias varias.

(sin embargo,
de esta falsa miel no comen las hormigas,
no hay truco, magia ni poder divino
que disimule ciertas amarguras)

Paradoja

Viajar de noche en autobús.
Afuera la oscuridad es absoluta.
Adentro, pequeñas luces verdes y rojas que solo se iluminan a sí mismas.
Entre la vigilia y el sueño no hay mucha diferencia.
Es difícil moverse, es difícil ver.
Y no se escucha mas que el ronroneo monótono del motor.
Es casi imposible hacer nada más que seguir ahí, que seguir así.
Como si tuviera vendados los ojos, y atadas mis manos y mis pies.
Hasta pensar es difícil en ese limbo de temperatura constante.
Podría imaginarse ésta como una situación desagradable, pero no lo es.
Muy por el contrario.
Las opciones se limitan al máximo.
No hay mucho mas que hacer que dejarse llevar.
El cuerpo tal vez no descanse tan bien como en una cama.
La mente tal vez no descanse tan bien como debería.
Pero ese algo que podría llamarse voluntad, si se distiende.
Y éste sí es un descanso de los más urgentes y disfrutados.
Esta falta de libertad de acción se parece mucho a la idea de libertad.
Esa libertad de ser sin hacer, sin sentir, sin pensar.
Al menos por unas horas.

El viaje de las palabras

Hay veces en que no se puede viajar.
Son rutas difíciles, demasiado llenas de distancias,
en días en que los días son demasiado cortos
y la vida exige ser vivida dentro de lo planeado.

Esas veces, viajan solo mis palabras.
El objetivo se cumple solo a medias. Y ni siquiera.
No hay estación terminal ni de ningún tipo,
aunque el correo central de cierta forma se le parezca.

A veces, la tecnología brinda este tren expreso,
tan llenos de ceros, de unos  y de misterios.
Mis palabras viajan con mas facilidad que mi persona.
Son parte de mí, pero no más que eso.

Ojalá viajaran así también los abrazos, las caricias y los besos.

Fuegos

Quemar todas las naves. Y también quemar todos los bosques de esta isla, hasta que no queden más que cenizas. Y esperar que el bosque vuelva a crecer.

Mientras tanto, habrá tiempo de imaginar un barco nuevo, de maderas nuevas que no hayan conocido la tragedia. Habrá tiempo de diseñarlo y después habrá tiempo de construirlo.

Y llegará el momento, quizás, de navegar otra vez estos mares, éste océano siempre tan igual, siempre tan distinto de sí mismo.

Tiempo habrá, porque el tiempo es de esas cosas que se parecen realmente a aquello que llaman infinito. Todo lo demás, ha de acabarse algún día. Hoy, mañana, en cien años, en mil. Algún día.

Por ahora, es cuestión de quemar las naves. y los bosques (no, no es maldad, solo un gesto de precaución adicional).

Será un fuego digno de verse. Un fuego que se verá desde el mar. Y quien sabe, tal vez se verá desde el otro lado del mar. Es un riesgo que hay que correr.

El cansancio de viajar y viajar se deja sentir, pero el devenir de los acontecimientos, de vez en cuando, se empecina en sorprender.

(el instinto a veces es mas fuerte que la voluntad)

Hay veces que sí…

Hay veces que los cuerpos se desvisten
y se desnuda el alma.

Las caricias son palabras que se entienden,
los besos son caricias que iluminan,
las miradas son besos que besan en alma.

Y las palabras dichas,
una necesidad impostergable,
Y los silencios sacrificados,
una ofrenda de confianza.

Pero hay veces que no.
Veces en que las cosas son lo que son.
Y es suficiente. Más que suficiente.
(Hasta que un día ya no lo es)

 

Norte o Sur

Una ruta que corre de norte a sur y viceversa.
Una estación al margen de esa ruta.
Una única y sombría boletería.
Dos posibles rumbos a seguir: norte o sur.
Una decisión que tomar, tal vez intrascendente.

Tal vez no.

El destino, a corto plazo, es en realidad el mismo.
Es un circuito circular, sé que es así.
Se supone que es así. En teoría es así.

Y como en el cuento de Caperucita,
uno de los caminos es el más incierto.
Pero esta vez no es el más corto, sino el más largo.

El camino del bosque es en realidad el camino por la selva.
Es esta selva, estas fauces de lobo urbano,
que no muerden la carne sino el alma.

Dentellada que habrá que aguantar,
la decisión no fue tomada a cara o cruz.

Reencuentro

Nos reencontramos esta vez en otra estación. Cada encuentro, con éste fantasma, es en realidad un reencuentro. Será tal vez porque todas las despedidas se saben tal vez definitivas. Tal vez porque cada despedida es un adiós completamente indefinido, sin un dónde ni un cuándo, ni nada que augure un tiempo futuro compartido, aunque más no sea por unas pocas horas.

Será por eso que cada encuentro genera tanta algarabía, tiene ese grado de sorpresa bien recibida. Casi, diría yo, como si se tratará de un pequeñísimo y dómestico milagro.

¿Que decir? Podría verse la cosa desde otro punto de vista completamente distinto. Pero yo lo prefiero así.

Jaque mate

«Jaque», dijo en voz baja, casi con culpa. Se mueve un alfil. Continua la danza.

«Jaque», otra vez, podría ser definitivo, pero no lo es. Un caballo aparece de la nada.

«Jaque», su voz cansada es un reclamo de clemencia. Los peones van dejando el tablero.

«Jaque», esta vez ya es una advertencia. Las opciones se cierran. El amor no todo lo puede.

«Jaque», esboza una sonrisa por vez primera. En un gesto displicente se perdona a la reina.

«Jaque», no quería que fuera así, tan así. Sus ojos dejan ver cierto disfrute en la agonía.

«Jaque», repite intuyendo el final. Todas las chances fueron dadas. Todas.

«Jaque mate», muere el rey. Ya no hay vuelta atrás.

No se puede vivir perdonando ciertas cosas, no se puede jugar siempre a perder.

No solo por el placer de extender la partida un par de movidas más.

No hay saludos ni gestos de cortesía. Pero debería haberlos.

Tal vez simplemente no fue un buen día.

Una noche

Hasta las dos de la mañana, el cielo se mantenía límpido.
Muchísimas estrellas, toda la Vía Láctea en su esplendor.
Como suele suceder aquí en el sur cuando no hay ciudades cerca.

Ninguna nube.
El aire más transparente que pueda alguien imaginar;
y la luna tan ausente, como si no hubiera existido jamás;
y una brisa suave y cálida;
y miles de relámpagos, durante horas,
que iluminaban el horizonte sobre el río.

Un espectáculo digno de verse.
Más que eso, un espectáculo digno de vivirse.
Finalmente el viento comenzó a embravecerse.
Se cubrió el cielo de nubes rojas.
Cayó un único rayo.
Y se desató la tormenta perfecta.

Minutos después ya estaba yo bajo techo,
disfrutando el olor de la primera lluvia.
Dispuesta finalmente a dormir un rato.

(la jornada había sin dudas terminado)

Cavilaciones

Que lo hecho, hecho está. no caben dudas al respecto.
Y que si resultó como se esperaba, mucho mejor.
Y que si las cosas fueron como fueron;
y las previsiones preliminares, suficientemente analizadas;
y los riesgos posibles, debidamente sopesados;
y las precauciones necesarias, seriamente tomadas;
y las elecciones tomadas, sabiamente dispuestas;
y las acciones correspondientes, firmemente ejecutadas;
y los imprevistos ineludibles,  consecuentemente resueltos;
y las consecuencias previstas, dignamente asumidas;
entonces, bien se podría estar medianamente conforme.
Y sin embargo vuelven entre sueños ciertas cavilaciones,
incertidumbres e hipótesis proscriptas sobre un pasado que no fue.
Que lo hecho, hecho está, no caben dudas al respecto.
Pero de ahí en más, cualquier aseveración es cuestionable.

Casi lo mismo

Otra vez en la estación, otra vez el mismo personaje. No importa donde este, a donde vaya o de donde venga. Está ahí, casi siempre.

Tal vez por aburrimiento o por genuina curiosidad me acerqué, buscando mentalmente una excusa que pareciera excusa. Válgame la ingenuidad, porque ingenua me sentí cuando me habló como quien retoma de la nada el hilo de una conversación interrumpida quien sabe cuando, quien sabe donde.

Y sí… – me dijo con la mirada perdida en algún detalle invisible del desgastado pavimento de las dársenas vacías – a veces pasa que el tiempo ya no pasa. Entonces, la única forma de envejecer es viajando, engullendo distancias, haciendo pasar centímetros y kilómetros forzosamente a través de nosotros, cuando ya no quieren pasar ni las horas ni los días ni los años.

Ya verás – agregó, mientras se levantaba y se acomodaba al hombro su equipaje imaginario –  ya verás, al final la ilusión que se obtiene es bastante similar.

Y yo no pude más que asentir. El altavoz anunciaba dos nuevos arribos y tres nuevas partidas. Era hora de embarcar.

Sin duda podría haber acotado algo, pero bien podía quedar para la próxima. Otra vez.

De busquedas y afines

«Si disfruta del silencio y la quietud, entonces, es piedra. Incluso si respira», dijeron las piedras. Y ahí se quedó, mirando el infinito desde lo alto de la montaña por un tiempo. Luego bajó al bosque.
«Si tiene raíces que lo unen a la tierra, y de ella se nutre, es árbol. Aunque sus raíces sean etéreas y camine sobre la faz de la tierra», dictaminó el árbol más viejo entre los árboles. Con los árboles se quedó sintiendo el viento y luego se marchó.
«Si necesita el sol y lo venera, es lagarto aunque su sangre sea tanto más caliente», concluyeron seriamente los saurios.
«Si es esencialmente agua y depende de ella para existir, es pez, aunque no pueda respirar en ella», concordaron los peces.
«Si sueña con volar, entonces es ave, aunque no vuele más que en sueños», sentenciaron las aves sin dudarlo un instante.
«Si nació respirando y bebió la leche de su madre, es parte de la manada, aunque sus formas sean otras», afirmó la loba madre.
«Si no piensa igual que yo, no pertenece a este lugar, aunque sea tan humano», repitieron muchas veces los humanos en un lugar y en otro y en otro.
«Si no cree en lo que creo, no es de los mios»
«Si no viste como visto, si no habla la lengua que hablo, si no duerme a la hora que yo duermo…»
entre los humanos la cosa se hizo mas complicada, pero no imposible.
Después de todo, lo que buscaba lo encontró entre ellos.
Y entre ellos fundó finalmente su hogar.

Un largo y mínimo instante…

Una idea, un sentimiento, una sensación, todo en un instante.
La síntesis más clara de un montón de ideas vagas con las que jugaba desde hace años, de sentimientos inciertos que vislumbraba de vez en cuando. Ninguna verdad universal. Más bien, todo lo contrario. Algo que involucra parte de mi historia y que llega a mi presente.  Y que tiene que ver con las personas mas cercanas y queridas. Y mucho más con las personas amadas. Que tiene que ver con actitudes, con creencias, con sentimientos, con acciones, con ideas y con ideales.
Un instante que llena de claridad e incertidumbre. De esos que te hacen sonreír en la oscuridad aunque nadie te vea. Y te saca unas lágrimas de esas que no duelen en absoluto. Uno de esos instantes que no cambian nada hacia atrás… pero que no pueden no afectar, aunque sea muy mínimamente, el futuro. Porque no pueden olvidarse ni ignorarse. No una revelación ni una visión. Posiblemente, una tontera. Una idea bella, en un momento especial.
¿Qué importa que relevancia tenga? Una buena experiencia, sin duda. Las ideas bellas, cuando llegan así, sin que se las busque conscientemente, y emocionan, siempre valen la pena. y si además ayudan a reconocer y reafirmar los lazos que nos unen, tanto mejor.

Fin de año

Este hubiese sido un buen momento para que cada uno de nosotros se tomara un tiempo para sí mismo, para la reflexión introspectiva y el balance existencial.

Este hubiese sido un buen momento, sino fuera…

… que las inclemencias climáticas nos agobian;

… que los preparativos de las fiestas nos estresan;

… que las comidas y bebidas de las fiestas nos enferman;

… que las obligaciones de las fiestas nos sofocan;

… que las ausencias en las fiestas aún nos angustian;

… que las convenciones sociales nos presionan;

… que la crisis económica nos preocupa;

… que la exigencia laboral nos agota;

… que el cansancio de todo un año nos aplasta;

… que el cuerpo se resiente;

… que la mente se resiste;

… que el corazón tal vez no se sienta lo suficientemente fuerte para soportar reflexiones introspectivas ni balances existenciales.

Sino fuera por estos detallecitos, mínimos, intrascendentes, veniales, este hubiese sido un momento más que adecuado.

Pero bueno, el momento ya llegará. Una, dos, diez veces en al año o en la vida. Ya llegará y será provechoso, sin duda.

Hasta entonces, hay que seguir viviendo.
Viviendo y disfrutando de cada día, que así la cosa tampoco esta tan mal.

(y quien sabe, tal vez para hallar la paz y la felicidad, o al menos la tranquilidad y la alegría, a veces basta con cambiar de perspectiva sobre esos detallecitos insignificantes…)

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Un fuerte y sincero abrazo, un beso para cada uno, mis mejores deseos,

                                          ¡Feliz fin del 2008 y muy feliz 2009!

                                                                                   REG

Oportunidades

La oportunidad estuvo ahí. Tal vez no pude, tal vez no supe. O tal vez no quise aprovecharla al cien por ciento. ¿Qué más da?

La oportunidad estaba ahí. Y al día siguiente ya no estaba. Y al día siguiente la vida continuaba como continúan en general las vidas: como pueden.

Algunas oportunidades simplemente se dan. Otras hay que buscarlas con insistencia. A veces se plantean sumamente simples y accesibles. Otras veces apenas se vislumbran y parecen casi imposibles.

Por definición, casi se diría que las oportunidades en si, cada una y con su necesario contexto, son irrepetibles. Dicen también que llegado el momento no hay que dudar. Que las oportunidades suelen ser fugaces.

Y debe ser que dude. O no pude. O no supe. O no quise.
Hoy, tanto tiempo después, yo me pregunto: ¿qué más da?

Definitions

bluff : In the card game of poker, to bluff is to bet or raise with an inferior hand. This is useful because it can cause other players to believe the bluffing player has a dominant hand, so that they all fold; the bluffing player then wins the pot. By extension, the terms are often used outside the context of poker to describe the acts of pretending knowledge one does not have, or making threats one cannot execute.
 
Pure bluff : A pure bluff, or stone-cold bluff, is a bet or raise with an inferior hand that has little or no chance of improving. A player making a pure bluff believes he can win the pot only if all opponents fold. The pot odds for a bluff are the ratio of the size of the bluff to the pot. A pure bluff has a positive expectation (will be profitable in the long run) when the probability of being called by an opponent is lower than the pot odds for the bluff.
 

Estrategas

Junto a la estación hay una pequeña plaza. En la pequeña plaza hay un gran árbol. Bajo su sombra dos tipos juegan al ajedrez. Dos linyeras, dos crotos, dos vagabundos. Two homeless, dirían en ingles. Uno casi no oye, el otro no sabe ni quién es. Golpeados, mal heridos por la vida, ulceradas indefectiblemente el alma y la piel. Se demoran en cada jugada, juegan sin reloj, juegan sin tiempo. ¿Viven sin tiempo? No lo sé. La mirada fija en el tablero. Dicen los que saben que ambos juegan muy bien. En el brillo de sus ojos brumosos se intuye el juego cuatro, cinco, seis jugadas adelantadas. Impecables estrategas de la nada. Peón por peón, sonrisa ladeada, juegan las blancas. Llega un autobús. Se alborotan taxistas, vendedores ambulantes, se agita la manada. Retrocede el caballo, se libera la dama. Quisiera poder leer en sus mentes ese futuro inmediato que los deleita.
Pero mi hora de partir llegará antes de que muera un rey, sea cual sea.
(Sí hay relojes de este lado de la vida)

Otras palabras

Cuando viajo llevo siempre a los poetas en mi bolso de mano. Los artistas de la palabras, los de hoy y los de antes. Del Dante a Sabina. ¿Quién diría? Pero siempre me les resisto. Ahí quedan, me duermo, los evito y me escapo.

Pero hoy me toco viajar de día. Y es un día muy de verano, de viaje lento, largo y caluroso. Cedí a la tentación de sus versos y se resquebrajaron mis corazas. No hay donde escapar en un autobús sino es al mundo de los sueños, que hoy, justo hoy, me negó la entrada. Y ahí estaba yo conmigo, a flor de piel.

(y una sola lágrima emocionada, que no tuvo la decencia de caer)

Palabras

Dos palabras, una frase, un contexto.

(Nunca el mismo, pero siempre similar).

Una aseveración que, tácitamente, exige otra, igual y contraria.

Y la exigencia que se cumple.

Con dos palabras que quieren decir lo mismo.

Pero con palabras distintas.

Y con palabras distintas quieren decir lo mismo, pero no lo dicen.

Tampoco lo niegan, pero parece.

Dos palabras que cuando las escucho me tensan los músculos.

Me erizan la piel.

Dos palabras que tornan mi sangre en sangre de lobo de la estepa.

Dos palabras que no me gusta escuchar.

Mucho menos cuando las pronuncia mi boca.

Crisis

Hablábamos con mi hermana menor de esas cosas que aveces pasan en la vida. Hablábamos de cambios, hablábamos de crisis. Ella recordó este texto y me lo pasó.  Sintético, contundente, claro. Me gustó. No dice nada nuevo, pero me gusto… la actitud. Y bueno, se supone que lo dijo uno de los tipos mas brillantes de los últimos siglos. y aunque no lo haya dicho en realidad, igual está bueno. 

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 La Crisis según Einstein….

Crisis. No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en las crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar «superado».

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.

El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro.

Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

ALBERT EINSTEIN

Procesos

El temple es un tratamiento térmico al que se somete al acero, concretamente a piezas o masas metálicas ya conformadas en el mecanizado, para aumentar su dureza, resistencia a esfuerzos y tenacidad. El proceso se lleva a cabo calentando el acero a una temperatura aproximada de 915°C en el cual la ferrita se convierte en austenita, después la masa metálica es enfriada rápidamente, sumergiéndola o rociándola en agua, en aceite o en otros fluidos o sales.

En general, existen tres pasos en el procedimiento.

El primero, consiste en el destemple, a fin de mejorar la condición física del acero y aliviar las tensiones que tal vez se hayan originado en el metal con los procedimientos de laminado y forjadura. Esto usualmente se hace calentando el metal hasta que adquiere un color rojo mate y dejándolo enfriar después gradualmente.

El próximo paso es calentar el metal a temperaturas comprendidas dentro de la gama crítica en la que se producen cambios en el contenido de carbono. Cuando no se dispone de un horno equipado con pirómetro, hay que depender de la interpretación del color que adquiere el metal, para determinar cuándo debe enfriarse en el baño endurecedor, que usualmente es de agua fría o aceite, lo que depende del grado de dureza deseado y de otros factores.

El paso final del método consiste en templar el acero a la dureza y tenacidad deseados para la tarea que se va a realizar. Esto, a menudo, se denomina regulación del temple, y se hace recalentando y enfriando el metal en aceite o agua, mediante el método de colores. 

Hay dos tipos de temples, uno de ellos es el que se templa la totalidad de la pieza, incluyendo su núcleo, y otro es el que solo se templa su superficie externa, dejando el núcleo menos duro, para que sea más flexible. A este segundo temple se le llama «temple superficial».

Características generales del temple

 Es el tratamiento térmico más importante que se realiza

  • Hace el acero más duro y resistente pero más frágil
  • La temperatura de calentamiento puede variar de acuerdo a las características de la pieza y resistencia que se desea obtener.
  • El enfriamiento es rápido
  • Si el temple es muy enérgico las piezas se pueden agrietar.

 

 

Subjetividades

¿qué escalas para que criterios?

¿qué criterios para decidir que cosas?

¿cuál es el punto medio, la referencia?

¿cuántos cientos de escalas, cuántos miles?

¿qué tan adaptables a nuestros deseos?

¿qué tan flexibles ante la critica?

¿qué tan compatibles con las demás?

¿qué tan justificadas ante nuestra conciencia?

¿qué tan creíbles? ¿qué tan creídas?

¿qué tan enraizadas?¿qué tan enmohecidas?

¿cuánta energía demanda el simulacro de paz
para nuestra conciencia, para nuestro corazón?

¿cuánto esfuerzo?

¿valdrá la pena?

Concejo consultivo

Y sí, a veces dudo. Dudo de mi criterio. Claro, imposible evitar que sea subjetivo, aunque sea levemente subjetivo. Pero puede ser que la subjetividad no solo lo manche, sino que lo empape, lo sature.

Entonces busco a mi alrededor a la gente mas diversa. Y consulto. A la familia, a amigos cercanos, a meros conocidos y a desconocidos; jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de costumbres, historias, ideologías diferentes.

Obviamente, no son cuestiones técnicas; ahí consulto a los expertos. Más bien, cuando se trata de esas cosas de la vida, que por ahí exigen que una adopte una posición determinada.

Porque puede ser que una tenga miedo de ser demasiado….¿injusta? ¿severa? ¿escéptica?¿ingenua? ¿idealista?

Bueno, preguntar no es pecado. Sé que aunque consulte a diez o a cien, no tengo garantías de nada. No hay verdades absolutas en estas cosas. Pero todo ayuda.

Y esta vez yo creía que era una insensatez, por decirlo suavemente. Y los demás también.

En tránsito

A poco de llegar a destino. Apenas a unos kilómetros. Desde aquí escribo. Salí un poco más tarde de lo previsto, el viaje estuvo  más o menos dentro de lo esperado, con algunas demoras, y ya apunto de llegar, me avisan que tendré que esperar en esta estación otro rato.

Este viaje decidí hacerlo yo. Todas las demás variables me son externas. El entorno, el mundo que me circunda, está complicado. Las variables de los cuándo y los cómo no puedo manejarlas; me someto – más o menos – a lo que ocurra.

Pero la decisión de hacer o no hacer este viaje, es decir, la variable primera y fundamental, fue mía.  Y sí, imposible ignorar lo que todos sabemos: paros, falta de combustible, rutas cortadas, miedos, precauciones. Obstáculos. Dificultades.

aquí estoy, un poco tarde, pero a punto de llegar. Es cuestión de paciencia. De paciencia y de suerte. Y de estar atenta, de saber ver, escuchar, procesar rápidamente y decidir rápidamente llegado el momento. De buscar las mejores opciones ante cada modificación de la realidad, que se empecina a cambiar hora tras hora.

Falta poquito, poquito. En esta estación en medio de la nada, digamos que me queda un tiempo muerto como para sentarme a escribir cosas intrascendentes, como estas. Pero ya, en breve, llegará el momento de recuperar el tiempo perdido, de ponerse al día con aquello que este tiempo de viajes difíciles está retrasando. Y no habrá entonces más tiempo para tonteras….

Susurros

Él dijo que no.
Yo dije: tenes razón
Él dijo que no debería ser.
Y yo le dije: no te preocupes, no será.
Y agregué: ni siquiera es.
No me gusta. No sé. No entiendo.
No quiero. No importa. No es. 
No puedo. No sabemos, ni queremos saber. 
Y una voz que conozco bien
(una voz lupina, visceral y profunda)
me susurro en el oído:
                                            Eppur, si muove.
y yo quise susurrarte al oído:   
                                           Eppur, si muove.
No sé si no tuve suficiente fuerza.
No sé si estabas demasiado lejos.
No sé si quise que me escucharas.
Ni se si me quisiste escuchar…

Otra estación…

Otra estación. Una casilla en medio de la nada, una de esas donde una se detiene para hacer una combinación en mitad del recorrido.

Y de repente, después de muchas horas, un rumor de origen desconocido que nos dice que no habrá ni autobuses, ni trenes, ni aviones ni barcos ni nada. Si queremos seguir, es hora de empezar nuestro recorrido a pie, no importa cuanto equipaje tengamos que acarrear. Por las dudas, esperamos un rato más, hasta que nos aprendemos el paisaje de memoria. Resistimos la tentación de salir a recorrer los alrededores, por temor a que nuestro esperado móvil a destino, justo se le ocurra pasar y se nos pase de largo. Resistimos la tentación de cerrar los parpados un segundo por temor a perder la oportunidad de retomar el viaje.  Más o menos como al personaje de aquel cuento, el que esperaba un tren sin horarios ni fechas preestablecidos. Y ahí nos quedamos, sentados, esperando.

No hay un ánima en esta estación, ni vidrieras; no queda una sola linea por leer, ni de libro, ni de las especificaciones técnicas del dentífrico guardado al fondo del bolso. No queda un pedazo de papel en blanco por escribir, ni queda tinta en la birome como para firmar nuestro nombre en cualquier lugar. Se terminan las provisiones, el agua y los cigarrillos. Se acaban las baterías de todo lo que pueda comunicarnos con el resto del mundo, o distraernos con tristes paliativos. Las nubes pierden su encanto de parecerse a cosas que añoramos antes de que, ademas, no quede ni una nube en el cielo. Y las estrellas son demasiadas como para buscar en ellas constelaciones nuevas. No quedan temas para meditar, ni quedan ganas de rebuscar en las profundidades de la introspección mas consciente.

Pasa la indignación primera y pasa la resignación absoluta. Y llega el aburrimiento y hasta el aburrimiento se pasa. Y ahí quedamos, esperando.

Informes

Me acerco a la ventanilla de Informes y pregunto. Y no, ni a La Sabiduría ni a La Felicidad hay viajes directos. Muy por debajo, en tono cómplice, el encargado me confiesa no saber donde quedan, no saber si esos destinos en realidad existen… y que sí, que muchos ofrecen el servicio, pero que cada cual va por una ruta distinta. Eso ya lo sabia, por eso me dirigí a la casilla de Informes, le contesto. El hombre se ofende un poco por mi falta de apreciación por su advertencia y atiende al que sigue como si nada hubiese ocurrido. Sigo deambulando por la Estación, la de mi ciudad natal, la más rea de las que frecuento, más aun a las dos de la mañana. Hay un no sé qué en el ambiente que nos transforma a todos en personajes bizarros y grotescos. Los que están solos y los que no. Los que esperamos para irnos, los que esperan a alguien que viene, los circunstanciales, los que están trabajando. Hasta el perro vagabundo de siempre tiene un brillo extraño en la mirada, parece tener algo importante que decirme. Y yo, bajo el influjo de la atmósfera de ensueño o de pesadilla, prefiero ignorarlo. A él y a todas esas ideas, emociones y dudas que me rondan como moscas, que me acechan. Nomas quiero que mi coche llegue pronto, para poder dormir, aunque sea un rato.

Terminal central

Cinco horas en la terminal central, la más grande e importante de todas. Desde donde se va a cualquier lugar, a donde se llega desde cualquier parte. El centro neurálgico de todo. Una larga espera programada. Un lugar conocido. A mi alrededor, escucho murmurar en mil idiomas. Anuncian llegadas y partidas a cada instante.  Cerca, muy cerca, arriban los coches que llegan desde mi ciudad natal. Desde allí mismo salen, unos tras otros, como provocándome, como dándome una chance más cada vez, de volver al hogar, al útero materno. Y yo los dejo partir, como con cierta nostalgia. Todavía no es tiempo de regresar. Sabía que serían horas de larga espera, sin embargo…
Aunque mi colectivo llegó a horario, y yo llegué a finalmente a destino, un día después aun sigo sin saber donde estoy; la espera, me avisan, será por tiempo indefinido. Si bien la ruta fue la habitual, estoy en un camino que nunca hice, ni se a donde voy. Supongo que serán los riesgos admisibles de tener boleto sin fecha ni destino. Un pasaje en blanco. Un boleto mágico que no saqué en ninguna ventanilla, cuyo costo real no sé si alguna vez sabré. Pero ni modo, será cuestión de esperar.

La espera

Toda la estación estaba convertida en una enorme sala de espera, afuera llovían torrentes.
Las primeras horas no hice nada, como el resto, más que esperar. Después de eso, de aburridos, ya nadie se molestaba por sentirse observado. No había mucho mas que hacer.
No podía moverme de la mesita que había «ganado» en el único bar de la estación, porque la perdería el instante. Y la noche prometía ser larga.
Cerca, otra mujer sola, que se había apropiado de otra mesa del bar,  escribía hacia rato en un cuaderno. Consultaba su agenda y seguía escribiendo… y sacaba de su bolso otras agendas, llenas de papeles y cosas, y escribía en su cuaderno, y escribía en sus agendas, leía papeles que parecían arrancados de otros cuadernos.
Y de a ratos parecía que lloraba silenciosa, de a ratos que se sonreía. ¿Que escribía? ¿que leía?
En principio pensé que era simplemente una mujer organizada que no estaba dispuesta a perder el tiempo muerto esperando.
Después de muchas horas (más de seis) la terminal se despejaba. Ni mi colectivo ni el suyo habían aparecido en el andén.
Cuando llegué a casa, una eternidad después, le comente a mi mamá sobre aquella mujer, y me dijo que tal escribía un cuento o una novela. Me gusto su interpretación, yo pensé que estaba organizando sus cosas para encarar un pronto final, y como dicen, poder descansar en paz…